En 2010, según el CEDLA, la tasa de desempleo juvenil en el país era de 15,5%
Un estudio de la Organización Mundial del Trabajo (OIT) recientemente divulgado da cuenta de una crisis en el empleo juvenil, pues se calcula que la tasa de desempleo en este segmento está calculada en 14,6% para este año en América Latina, y en 12,9% para el resto del mundo. El organismo de Naciones Unidas dice que este dato no variará hasta 2017.
Sin embargo, el informe también señala que este promedio regional enmascara las realidades particulares de cada país. Lamentablemente, es posible que Bolivia no esté entre los más aventajados en la materia. De hecho, según datos del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), en 2010 la tasa de desempleo juvenil en el país era de 15,5%. La cantidad de jóvenes que no acceden al empleo casi duplica, porcentualmente, a la de desempleados en general, tanto en los citados reportes de la ONG laboralista como en los de la OIT.
Según los reportes noticiosos, en una actualización de sus proyecciones para el mercado laboral juvenil, la OIT incidió en que las tasas de desempleo entre los jóvenes empeorarán a nivel mundial a medida que las consecuencias de la crisis de deuda soberana en Europa se propaguen hacia las economías emergentes. El análisis sobre el desempleo juvenil a nivel mundial pone también énfasis en una categoría que se refiere a los jóvenes que han desistido de buscar trabajo y tampoco estudian. Aunque el organismo no cuenta con cifras recientes para medir la amplitud de ese fenómeno en Latinoamérica, se sabe que no es marginal y que sus efectos pueden arrastrarse de por vida.
Así, el problema asociado con el desempleo juvenil es que en muchos casos se convierte en un círculo vicioso, pues los empleadores prefieren la experiencia a la hora de reclutar trabajadores, la misma que les es negada a las y los jóvenes que no acceden al empleo. De ahí que sea tan importante todo programa de promoción del primer empleo o de pasantías laborales, puesto que están dirigidos específicamente a este segmento de población.
Las políticas públicas en este sentido son, a simple vista, el camino a seguir para garantizar que la mayor cantidad de jóvenes en edad de trabajar accedan a esta posibilidad. Le toca, pues, al Estado y no sólo al Gobierno central trabajar en este sentido. El municipio de La Paz es un buen ejemplo en ese sentido, y ciertamente todos los demás gobiernos locales debieran imitarlo. Por su lado, el Gobierno nacional ha promulgado recientemente un Decreto Supremo instruyendo a las instituciones públicas habilitar programas de pasantía para jóvenes.
Ambas experiencias, sumadas a otras de similares características, tienen, además, la potencialidad de transformar a la sociedad, ya que en la medida en que se articulen con programas de formación y capacitación, mejorarán en el mediano y largo plazos la fuerza laboral del país.
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