El apéndice, las muelas del juicio o el cóccix son vestigios de antiguos órganos que la evolución ha desechado.
El cuerpo humano, tal y como hoy lo conocemos, es fruto de miles de años de evolución. Durante todo este tiempo, el hombre ha desarrollado capacidades, como la de andar erguido o tener los pulgares oponibles, que le han permitido adaptarse al medio que lo rodea, desechando casi todas las características primitivas que ya no le servían para nada.
Sin embargo, algunas persisten. En el blog Marcianos.com recopilan una veintena de estos vestigios del pasado que hoy resultan casi completamente inútiles.
Uno de los ejemplos más conocidos de estos órganos hoy inútiles son las muelas del juicio, ya que la dieta actual hace que sean innecesarias. Por ello, en la actualidad solo un 5% de la población posee los cuatro cordales en perfectas condiciones.
Los músculos extrínsecos del pabellón auricular, que permiten a algunas personas mover sus orejas, el órgano vomeronasal, asociado a la detección de las feromonas, o un pequeño conjunto de costillas heredadas de los reptiles y que posee menos del 1% de la población en su cuello, son otros de los restos que la evolución ha dejado en los seres humanos.
Algunos de estos órganos, sin embargo, sí poseen aún una función residual, como es el caso del apéndice, que según algunas teorías puede funcionar como reserva de flora intestinal para ayudar en digestiones problemáticas, o los dedos de los pies, cuya función en el mantenimiento del equilibrio es aún discutida.
El vello corporal, los pezones masculinos, los músculos que producen la piel de gallina, el cóccix, el vaso deferente femenino o la decimotercera costilla, presente en chimpancés, gorilas y el 8% de los humanos, forman parte también de esta lista de partes del cuerpo cuya utilidad hace mucho tiempo que pasó a la historia.
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