Rodeado de probetas, el farmacéutico italiano Domenico Lorini expedía a fines del siglo XIX en su botica, en plena Plaza Murillo, un elixir con base en extractos de la hoja de coca. Su idea de industrializar el tradicional acullico de los indígenas andinos fue vendida a la firma estadounidense Parke Davis, que produjo un jarabe contra la tos y de ahí surgió el invento de la Coca Cola.
La coca produjo prohibiciones desde el inicio de la colonia. Curiosamente, el primer plan para erradicarla data del Siglo XVIII, cuando el gobernador Francisco de Paula Sanz opinó que se la debía reemplazar por grandes plantaciones de tabaco, desde los Yungas hasta una imaginada gran factoría de cigarros en la zona de Apolo, al norte paceño.
La corona española se había rendido ante el tabaco, después de vetarlo, incluso con bulas papales, cuando se dio cuenta que era una adicción irresuelta, curas incluidos, y una buena fuente de impuestos. La idea de industrializar la coca tardó cien años más, pero no fue sostenible pues su uso tradicional era suficiente para consolidar las fortunas de los hacendados en Coripata, los cocaleros de la época.
Lorini revoluciona la famarcia boliviana
Domenico Lorini llegó a La Paz en 1867, junto con otros científicos italianos. Nacido en Milán en 1845, ya titulado, fue traído por una por una firma italiana.
“Aunque también hay la versión romántica, pues él luchó en la guerra por la unificación italiana, desde sus 14 años. La novia lo creyó muerto y pronto se casó con otro. Dolido, el joven, dio la vuelta a un mapamundi para irse al lugar más imposible y así llegó a La Paz”, cuenta su bisnieto, Marco Lorini.
El comercio de coca estaba destinado fundamentalmente al acullico en las propiedades agrícolas y, sobre todo, en las minas que, por esa misma época, recuperaban sus niveles de producción. También se aprovechaba la coca para rituales. Servía para calmar dolores de cabeza o digestivos como infusión casera.
Un incidente precipitó la relación de Lorini con la coca, a poco de iniciar su “Botica Italiana” en la calle Ballivián. Según cuentan, Mariano Melgarejo se hizo averías después de una de sus borracheras y sus edecanes, asustados, llamaron al boticario de la esquina. Pero un servidor aymara llamó al yatiri.
Lorini contempló asombrado cómo el sabio indígena mascaba la coca hasta triturarla y, mezclada con otras cenizas, la colocaba como cataplasma en las heridas abiertas. El ebrio dejó de quejarse y Lorini comprendió que podía experimentar con aquella hoja.
Del acullico al “Elixir de Coca Lorini”
Lorini quiso dar el paso a la industrialización y superar las modas de lavativas y sangrías. Conocía la transformación de la alquimia a las grageas y jarabes producido en laboratorio, como los laboratorios europeos ya lo hacían con la manzanilla, el ajenjo, la ruda o la valeriana. El farmacéutico italiano experimentó en su droguería. Buscaba aprovechar mejor la hoja de coca usada por los citadinos como tizana.
La primera botica paceña databa de 1776 y fue administrada por el Hospital de San Juan de Dios. Otros religiosos publicaron la famosa “Farmacopea indiana” nombrando a la coca como medicinal.
“En 1888, durante la presidencia del Dr. Aniceto Arce y siendo cancelario de la universidad el Dr. Agustín Aspiazu, Lorini, fundó la sección para el estudio de la farmacia dentro de la Facultad de Medicina de la UMSA”, cuenta la periodista Dunia Chávez que investigó este tema. Lorini fue docente investigador durante cuarenta años y entre sus famosos discípulos estaba su propio hijo, Samuel.
El remedio casero, las fórmulas medievales y también la atención con base en conocimientos primarios, fueron reemplazados, poco a poco, con la práctica organizada y experimentada de la moderna farmacia con impronta europea, sobre todo alemana, suiza, italiana.
El Estado boliviano también estaba empeñado en ello, desde Antonio José de Sucre que cambió el colonial Promedicato hasta el estatuto de Mariano Melgarejo, en 1868, que reconoció la profesión farmacéutica y superó las antiguas juntas de sanidad.
Lorini comenzó la venta de remedios con base en la coca para combatir problemas de digestión y de cabeza. De todos, su invento más famoso fue el “Elixir de Coca Lorini”.
Del elixir a la Coca Cola
¿Qué pasó con la fórmula de Domenico Lorini? Es difícil seguir todo su recorrido, aunque su bisnieta, la historiadora Irma Lorini, está empeñada desde Alemania en escribir su biografía completa.
Marco, el otro nieto nos cuenta: “Domenico exportaba su elixir a Estados Unidos y a Francia. Después vendió la patente a la Parke Davis, que aprovechó la fórmula para crear un jarabe para la tos”.
Este laboratorio popularizó el elixir como remedio seguro para el agotamiento de fuerzas físicas y mentales para problemas pulmonares, para dificultades gástricas, como cuenta su portal oficial, aunque sin nombrar a Lorini.
Se conoce que investigadores de esa firma estuvieron en Puerto Acosta, a orillas del Lago Titicaca para atender una epidemia de tifus. Quizá entonces conocieron a Lorini. Lo cierto es que la hoja de coca comenzó su viaje al norte.
Este laboratorio vendió hasta 1915 productos derivados de la cocaína en cigarrillos, polvos y en inyectables e hizo propaganda por muchos años de las bondades de la coca para curar males y ansiedades. En 1927 comenzó la prohibición de la coca.
La bloguera Isabel Velasco afirma que vio colecciones de afiches y almanaques con la fórmula de Lorini anunciada por negocios parisinos a inicios del 900.
Después del invento de Lorini, un científico estadounidense Jhon Stith Pemberton se sumó a las búsquedas y fabricó el “elixir medicinal” con base en la hoja de coca, fórmula destinada a calmar los nervios y los dolores de cerebro. No conocemos cuánto conoció del elixir boliviano italiano, pero sí tenía noticias del acullico y de las bondades de la coca, incluso como afrodisíaco.
“La Coca Cola comenzó a hacer el refresco con base en el jarabe de la Parke Davis”, señala Marco Lorini. “Seguramente tenía sabor agradable y le agregaron otros ingredientes”, agrega.
Según cuenta la historia oficial, en 1893 -contemporáneo a la venta de Lorini de sus inventos- se patentó a la Coca Cola, como bebida contra muchos males, gracias al olfato mercantil del administrador de Pemberton. El también creó el logotipo y la estrategia de ventas. El negocio valía entonces 2.300 dólares. En 10 años, llegaba a toda la costa este y en poco más a todo Estados Unidos y de ahí al mundo.
Aunque la Coca Cola guarda el secreto de su fórmula, circulan algunas recetas posibles, todas las cuales incluyen al extracto de la hoja de coca, seco o fluido. Esa es la base, a la que se añade cola, nuez moscada, vainilla, etc. Según el portal de Wikipedia, la Compañía Stepan, con control de la DEA, provee de coca a la empresa. Ante las interrogantes, la respuesta de la Coca Cola es “no coment”.
No sólo la familia Lorini está interesada en difundir el aporte científico del abuelo y encontrar documentos sobre su “Elixir de Coca”. Lorini se dio cuenta que su elixir producía dependencia y colocó una etiqueta de advertencia en sus botellitas. ¿Cuánto conocía Pemberton de los experimentos del italiano?
Los historiadores y seguramente los defensores del acullico, quisieran saber cómo el masticado tradicional para extraer los procesos químicos de la hoja de coca fue parte del nacimiento de la Coca Cola.
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