El campo ferial alteño, que no es más que un canchón de tierra donde al fondo hay un galpón que no serviría en realidad ni para depósito, se trata de un tinglado mal recubierto de paredes de ladrillo que no han sido levantadas en su totalidad y que no han sido revocadas en su totalidad tampoco; allí es la feria del libro de El Alto.
Para atraer a la gente se ha bajado un cable de alta tensión de un poste de luz, y a lo largo de la entrada, éste, al que se conecta un equipo de música, te conduce hacia los libros. Lo primero que pienso es cómo será esto cuando llueve, ojalá que ningún niño agarre las conexiones ni quiera jugar a la muerte.
El depósito-tinglado a medio hacer, o mal llamado pabellón de exposición, en realidad aunque es pequeño, le ha quedado grande a la feria porque muchas editoriales simplemente no han considerado participar allí. No han considerado interesante que las brillantes tapas de sus libros se llenen de polvo mientras muy pocos y muy pocas alteñas o alteños se asoman con cierto cansancio y curiosidad a hojear los libros. Y no es que en El Alto no hay plata, sabemos que hay mucho dinero, pero la gente con capacidad adquisitiva alteña no es la gente lectora, los y las estudiantes que les interesa la lectura pertenecen al inmenso mundo de pobreza y son los y las que siguen consumiendo capítulos de libros fotocopiados, libros pirata; jamás un libro nuevo entero y de edición original, jamás tampoco un libro recién publicado sino viejas ediciones con viejos contenidos.
La Vicepresidencia del Estado, que en las ferias suele tener no un stand sino un altar donde se le rinde culto a la cantidad incontable de libros repetitivos que publica el Vicepresidente y que en muchas ocasiones son regalados, no ha tenido el tino de llevar ese material. El mismo García Linera, que se la pasa aplanando las alfombras de la feria de la zona Sur para dejar prueba de su espíritu letrado, no ha asistido a ésta. Con hablar sobre El Alto y su rebeldía basta. Hablar con El Alto, potenciar su feria del libro, organizar debates y apoyar la construcción de una movida política cultural, eso no les interesa. Cumplen con la vocación del amo que quiere que el esclavo no se piense ni se auto-interprete ni tampoco se auto-represente; para cumplir esos tres procesos, la cultura y la política en mano de todos y todas es imprescindible.
Quienes no han perdido la oportunidad de estar en la feria para captar más incautos son dos stands que revelan la cara más dura de esa ciudad; por un lado los bancos, que ofrecen microcréditos usureros y que son prácticamente los acreedores principales de una ciudad completamente endeudada, y aquellos institutos que ofrecen lectura veloz y que tienen en la feria un público cautivo. Ese público, que con 20 años quiere leerse todo lo que encuentra y que la vida no le alcanza para conocer todo lo que quiere conocer, o ese público que aunque es bachiller y quiere leer toma un libro y no avanza porque no entiende. Ese desnutrido estudiante que cree que no logra leer ni comprender un solo libro por un mal propio que quiere extirpar de su mente pagando un curso fraudulento de “lectura veloz”.
Recorro la feria, me muero de frío, me detengo en el pabellón de Wayna Tambo, nutrido de libros y música; ese puesto, junto al de Mujeres Creando, parece ser el único que ha comprendido la importancia de estar ahí hablando con la gente y vendiendo algunos libros. Por ejemplo, de la irónica ley de la empleadora ya hemos vendido más de 100 ejemplares.
Lo correcto quizás sería decir ‘qué lindo, hay una feria del libro en El Alto’, elogiar a los y las organizadoras y no delatar estos defectos que parecieran dirigidos a espantar los pocos esfuerzos que la han hecho posible. Me disculpo con los y las organizadoras. No es una falta de valoración de su esfuerzo; sé que el Ministro de Culturas estuvo ahí para la inauguración porque seguramente no tenía nada más en su agenda ese día. Cómo no pensar que mientras una feria tan importante agoniza antes de nacer, el ministro de Culturas anuncia la creación de la Miss Plurinacional como política cultural.
Termino este relato contando lo que pasa en el baño: el de mujeres está cerrado, en el de hombres no hay chapa ni agua. ¡Que viva la revolución cultural y nuestro proceso de cambio!
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